Aunque nadie lo sepa

Un nacimiento verbal, un juego de libertad y naturaleza pensada, un sentimiento.

martes, 27 de marzo de 2018

Amor en Tercer grado.


La chica de la cárcel amaba sentirse libre, pero se olvidó de ser libre a la hora de sentir, cosa que todos en aquella prisión, llegaron a entender...Que ella sentía que era culpable de haber violado la confianza, secuestrado su ternura y asesinado en gestos la complicidad que hay más allá de un polvo, que se ensañó a puñaladas sintiendo con el agravante de haberse dejado llevar aun sabiendo que nada, nunca más, volvería a ser igual...
Uno de sus mayores miedos era el de conocer al abogado encargado de defenderla de sí misma, que las pruebas en su contra eran irrefutables y a juzgar por nadie, todo apuntaba a una condena invisible, de esas que que no tienen más cautelar que la suya propia ni más juicio, que el exceso del mismo.
La chica de la cárcel nunca creyó en esos cuentos de que de la decepción también se podía salir y es que ella tenía mono de muros y defendía con feroces argumentos que la independencia emocional era pura metadona.
Lo cierto, es que sentí que tenía razón.
Comencé por la lectura de sus derechos, y sabía que no podía guardar silencio, y que cualquier cosa que no dijera, podía inutilizarse en su favor... así que opté por dejarla sin derechos y comenzamos con el pie izquierdo hasta levantar el secreto de sumario, aun a sabiendas, que sería un amor en tercer grado.
La devolví el pasaporte y sus primeros días en el calabozo de su vida serian para viajar y conocerse, mientras yo la conocía para viajar.
Allí fue cuando conoció al resto de reclusos. Algunos habían cometido delitos que costaba imaginarse, cómo alguien con sentimientos podía haber cometido brutalidades, como la de cambiar de ciudad por amor, o la de perder tiempo escuchando las mierdas de sus amigos simplemente guardando silencio sin opinar... ella estaba horrorizada por entenderlos y la culpa por haber amado la hacía romperse en cachitos cada vez más pequeños y más fríos...
La verdadera metáfora de las condenas es que son cómo la vida, y al final, se acaban... y los primeros pasos de la chica de la cárcel, en su nueva vida, no habían empezado con el desequilibrio típico que tienen los niños si no, con los aleteos de un pájaro que sueña con su primer vuelo pero sigue con los pies en la tierra...
Y allí estaba la chica de la cárcel, esposada al vacío, con las manos llenas de sí misma y con toda la condena por cumplir. Yo en cambio, ese día, sólo pude admirar cómo mantenía su orgullo con entereza y pude ver el convencimiento de mantenerse firme en sus alegatos, pese a que su coartada tenía razón, pero no tenía sentido...